Ni tan alla, ni mas alla.
Llegue a poco menos de las 3 la tarde, una hora en la cual ya muchas personas debian haber regresado a las labores, los peones de las construcciones, los practicantes de turno, los ejecutivos de rango medio. Yo como buen Freelance tenia aun 4 horas “libres” por delante, así que me disponía a utilizarlas, para leer, para avanzar un poco de trabajo, y para almorzar. Es en este escenario que iba menguando en donde me cruce con esta figura lejana pero a la vez atrayente. Era pues una especie de cuerpo espacial lejano al mundo de un freelance humanista. No obtante la distancia la evidencia generaba en mi cuerpo una fuerza de atracción vasta, como si yo fuera un planeta lejano que se mantiene así en una tensión pendiente, en parte por la fuerza misma que los sostiene en un sistema.
Era pues la mujer corporate de alto rango, no una ejecutiva intermedia, no, esta era la típica mujer que había alcanzado uno de sus pináculos profesionales (de esos que al alcanzarlos solo permiten observar uno aun mas alto). Una mujer que podía estar tranquila y oronda a las 3 de la tarde tomándose un café, comiendo una ensalada, o también si le diera la gana un trago.
Era ella una mujer quizás físicamente promedio, era guapa ojo, mas no era una modelo, pero tenía en su aspecto un poder que generaba aun mayor atractivo que una mujer tantas que se pueden ver calzadas en atavíos del mismo orden. El escote sumamente pronunciado, dando a todo observador sin vista de águila, una apetecible imagen de lo que podrías descubrir con un poco de ingenio. Una mirada fuerte y determinada, la cual uno quisiera interrumpir de sobresalto. La falda más apretada que la blusa, pero sin dejar de ser classy. Los zapatos que la sostenían evidenciaban fortaleza en unas pantorrillas que eran columnas de un imperio. Era pues una mujer que muchos de mis colegas denominarían “fálica” pero no dejaba de tener los aspectos más misteriosos de las honduras de la femineidad. No perdía esa cualidad que en algunas mujeres es innata de portar su género a flameante bandera.
Al verla pensaba como habría que ser para conquistar una mujer así, calculaba que muchos pensarían que sería autoritaria, y muy posesiva. Yo percibía más bien una cualidad, que quizás la haya hecho tan atractiva como ella era, no era pues una mujer que imponía a punta de todos los artilugios arriba nombrados, no. Ella los llevaba bien puestos, no como una mascarada, sino como un signo de conocimiento de lo que era y lo que le gustaba.
Ante esto pensaba hacia mis adentros que quizás ella podría ser una mujer todoterreno, demandante cuando quería serlo, sutil y delicada en otras circunstancias, poderosa sin dejar de concebir la fragilidad como parte de su ser. No podía ser solo esta imagen que cualquier observador lego podría afirmar sin sapiencia, un estereotipo común de nuestros días. Ella también podría dejarse cautivar y conquistar sin imponer el poder que ella sabe que tiene (cada centímetro de su apariencia parecía decirlo) y sin hacerse tampoco la damisela en apuros que sabe que no es.
Ella enfunda su partida, el blackberry, ya en el bolso, los tacos suenan, tutack, tutack, tutack, su pelo negro lacio me despide con un guiño de libertad, ha llegado la hora de volver a sus dominios, pero lo grácil no se pierde, no hay premura, y no hay desazón. Esta mujer se toma sus tiempos, y no necesita ser apurada, no por lo menos en este tipo de situación. Ojala traslade todo eso a sus lugares más privados, y no tenga premuras ni demandas externas a su baile privado. Ella se despide y me deja con palabras en la menta y en la yema de los dedos. Es la hora de que yo haga algo con esa influencia desplegada gratuitamente. Escribir para mi es también poder poner en palabras impresiones sensoriales e internas que tengo constantemente, y lo que he avistado hoy merece este rastro en la arena.
Que brebaje podría generar ese efecto en un hombre que solo va a almorzar mientras escribe, o lee. Que parajes hay aun por conocer, que praderas y lomas escocesas. Esto me hace sentir que los cambios en el mundo actual pueden no ser tan bruscos y artificiales, y no tener que flamear banderas revanchistas por épocas que funcionaron como funcionaron.
Yo por lo pronto tengo claro de que sí, sí le rindo tributo a las mujeres constantemente, y no por servil o por ponerme bajo su poder, sino por un gusto adquirido por el placer compartido. Como conversaba con un amigo el otro día, para ser gozador, no solo hay que querer el placer, hay que esparcirlo también y gozarlo con otros, sino solo se es narciso, y los narcisos al final de cuenta terminan siempre insatisfechos.
Y es por eso que ahora bebo de esta imagen percibida, y le rindo estas palabras, pues que harto estoy de escuchar definir a las mujeres y a los hombres con la miopía de los estereotipos que nos venden en algunos medios. Abramos los ojos y observemos que hay más allá del montón, y gocemos de las pequeñas individualidades dentro de los diferentes modelos que observamos constantemente. Este almuerzo ha sido definitivamente placentero, una copa de vino lo haría cuasi sublime, o un poco de suerte en el mercado bursátil.